Abrir el álbum familiar es asomarse a rincones de la memoria que a menudo parecen olvidados, pero siempre sucede que mirando esas imágenes personales parece que todo vuelve a la vida. Entonces los recuerdos se agolpan, y ya no se trata sólo de cómo éramos o estábamos entonces, sino de la historia compartida con amigos, familia, compañeros de colegio e incluso con un lugar, con ese paisaje de fondo que aparece una y otra vez en este álbum, el barrio donde crecimos y que ha sido nuestro escenario de vida.
El pasado mes de mayo, dentro del programa de mediación del Centro de cultura contemporánea Condeduque, arrancábamos con el taller Pasear las memorias del vecindario, y lo hacíamos tomando precisamente el álbum familiar como desencadenante de diversas narraciones sobre Malasaña, barrio en el que se inserta este centro. Para empezar la premisa era sencilla, sólo había que escoger una foto de este álbum personal que nos permitiera presentarnos a los demás a través de una memoria vinculada al barrio, introducir lo que somos a través de un recuerdo, de un episodio que aún siendo pasado define quienes somos ahora.
Nos vamos construyendo por las capas que el poso del tiempo va dejando en nuestra trayectoria vital, lo que somos hoy, innegablemente, se relaciona con nuestro pasado, es así como este sigue estando vivo. Y de alguna manera este es el mismo proceso que va componiendo los paisajes urbanos que transitamos cada día, porque aunque están en permanente transformación, siempre conservan algo de su pasado, bien sea a través de huellas materiales o bien a través de los usos, las miradas y lecturas que desplegamos sobre ellos.
Por todo esto, el primer trabajo que hicimos en el taller fue pensar estas memorias personales en términos espaciales, volcarlas en mapas que recogían otros tiempos de vida y que, a continuación, fueron trasladados a un gran mapa del barrio en el que se cruzaron recuerdos y vivencias. Una vez terminado, este mapa mostraba zonas de gran concentración de relatos desde los que se podían perfilar algunos trazos de la memoria colectiva que este grupo compartía sobre el barrio, pero era necesario ir más allá y seguir profundizando sobre qué significaban estos lugares para otros habitantes de este espacio, bien fueran los de toda la vida, los fugaces, o los que quizás ya no estaban tan presentes.
Para ello nos pusimos en marcha y salimos a explorar el Malasaña, buscando observar los usos del espacio, las huellas de otros tiempos y formas de vivir la ciudad que quedaban en su paisaje. Buscábamos lugares que nos ayudasen a hablar de cómo entendemos el barrio, cómo se ha ido transformando a lo largo del tiempo y hacia dónde queremos que camine, ya que después de todo teníamos el objetivo de conformar un recorrido urbano que nos permitiera compartir con otras personas nuestras conversaciones, memorias y reflexiones, así como generar nuevos debates sobre su entorno y evolución.
Fotografía de Lukasz Michalak
Después de todo, nuestro recorrido urbano final fue un relato coral en el que se trataron muchas de las cuestiones que habíamos estado trabajando desde el inicio del taller. Abordamos tanto aquello que podemos llamar la historia oficial del barrio, lo que nos llevó a algunos de sus espacios emblemáticos, como lugares en los que el relato que imperaba era el de las memorias personales del día a día, aquellas que, por ejemplo, pasan por el comercio de proximidad y que lo apoyan, como es el caso de vecinas como Amaia, con el firme convencimiento de que el futuro del tejido del barrio pasa por ahí, o las que recuerdan cómo era vivir el barrio en la adolescencia, cuando espacios públicos como la Plaza del Dos de Mayo o la Plaza de San Ildefonso, eran lugares donde pasar noches interminables junto a amigos y amigas, frente a una imagen mucho más mercantilizada del espacio público en la actualidad, especialmente en San Ildefonso, donde apenas queda espacio para nada que no sea una terraza.
Fotografías de Lukasz Michalak
Pero también abordamos algunas vivencias que se cruzan con momentos de la memoria colectiva de la ciudad tremendamente significativos, como la narración en primera persona de lo que supuso un espacio como el Patio Maravillas para el vecindario y de la gran pérdida que se sintió cuando desapareció dejando atrás un lugar cargado de afectos, para Rocío, porque este fue su colegio y para Vivi, porque aquí fue donde encontró su primer refugio al llegar al barrio.
A lo largo de nuestro paseo, también tuvimos momentos para acercarnos a espacios que nos hablaron de la evolución del barrio. Desde la historia de la vivienda a la que nos acercaron Laura e Irene, hasta lugares curiosos como la llamada popularmente “casa de los penes”, o edificios históricos como la iglesia que se encuentra en la Plaza de las Comendadoras, donde rememoramos la boda de la madre de Marisa.
Fotografía de Lukasz Michalak
Con todo, lo que supuso todo el proceso del taller fue un camino de aprendizaje para acercarnos al propio barrio, un entorno a veces tan invisible para quien lo habita, desde una mirada atenta que nos abrió a nuevas perspectivas. Y el gran reto de todo este proceso fue darle forma a todo lo que se fue generando en las sesiones de trabajo a través de un recorrido que nos permitió asomarnos a otro Malasaña.
Fotografía de Lukasz Michalak
No resulta nada fácil recoger todo lo sucedido a lo largo del taller y del paseo, y sin duda se se quedan muchas cosas en el tintero que sólo estarán presentes en la memoria de quienes estuvimos allí, pero también contamos con varios registros de la experiencia que nos guardamos como bitácora y nos permiten compartir de alguna manera lo vivido con otras personas. Por un lado, colaboramos con Arquitecturas de la Memoria, un proyecto desarrollado desde el Aula de las artes de la Universidad Carlos III que toma forma en una aplicación donde se recogen, de forma geolocalizada y a través de lo sonoro, las memorias que impregnan los espacios. En nuestro recorrido final las historias compartidas a lo largo del paseo fueron grabadas y muy pronto estarán disponibles en esta aplicación para que puedan ser escuchadas y caminadas por el barrio. Por otro lado, junto con las personas participantes en el taller elaboramos un fanzine en el que recogimos nuestras impresiones de este proceso. Podéis consultarlo aquí.
Para nosotras ha sido un verdadero lujo poder acompañar este proceso y ver cómo se iban generando diálogos y descubrimientos que nos ayudaron a abrirnos a la diversidad este barrio y verlo con nuevos ojos. ¡Gracias a quienes nos acompañasteis por hacer esto posible!
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