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DERIVA #6. Caminar escribiendo

“La tierra bajo mis pies, no es más que un inmenso periódico desplegado. A veces pasa una fotografía, es una curiosidad cualquiera y de las flores surge uniformemente el perfume, el buen perfume de la tinta de imprimir”


Poisson soluble, André Breton


Años antes de que los situacionistas se lanzaran a deambular por la ciudad buscando romper desde el juego con las inercias que impone el trazado urbano, algunos artistas surrealistas habían experimentado ya con los paseos por París y sus alrededores. En su caso, salían a caminar como quien se lanza a la aventura, emprendiendo lo que veían como un auténtico viaje en el que el azar se convertía en el ingrediente principal. Ellos partían de la idea de que caminar es como escribir y que cada paso imprime una nueva puntuación, una nueva palabra, en el paisaje urbano. Por esoo entendían que desde el movimiento casual y no planificado, era la manera en la que podían trasladar al espacio ese juego de escritura automática, inconsciente y surrealista, que tomaba forma así no desde la pluma sino a través de los pasos.


Visto así, cada vez que vamos a caminar por la ciudad escribimos una narración propia, de manera que los lugares que encontramos en el camino quedan colocados como capítulos de una misma historia, siendo conectados entre ellos por los pasos de nuestra trayectoria. Componen así un collage urbano que, a modo de cadáver exquisito - otro juego de invención surrealista basado en el azar - nos ofrece en cada momento un nuevo relato, único e irrepetible.

En la deriva Binomio Fantástico quisimos jugar con el espacio desde esa perspectiva, proponiendo a lxs caminantes un ejercicio de escritura entrelazado con el paisaje de Carabanchel. Paseamos y escribimos, y esta vez nuestro cadáver exquisito urbano recogió la siguiente historia:


"Boina y carro de la compra de lunares, sus padres son extremeños y llegó a Carabanchel con cinco años, nunca ha salido ni vivido en otro sitio. Pilar camina al Rincón Verde, el herbolario de su hija la mayor, como cada sábado tiene que recoger a su nieta de 8 años para llevarla a clase de natación en el centro deportivo del barrio. Aquí destaca el color ladrillo, todos los edificios son prácticamente iguales, parece que su personalidad se quiere dejar ver en las terrazas, tan iguales y diferentes.


Algo llama su atención, ve un toro que le recuerda a la primavera en el campo, se detiene en él, con una sensación de felicidad, pero desaparece, este toro está frío, no se mueve, parece triste, petrificado por la ciudad. Los años pasan por todos, quién te ha visto y quién te ve, Vistalegre y su plaza de toros, el ocio del antiguo Madrid. 9 años, recuerdo cuando mi abuelo se gastaba 200 pesetas para que pudiese ver el ruedo.


Al hilo de ese recuerdo pensó en todos sus semejantes, árboles de todas las especies que hacía siglos iban en procesión, en caminos, desde los viveros a las ciudades, para cohabitar un medio urbano sedente de vida. De lo sagrado de tener purificadores de aire porque todo se fue convirtiendo en asfalto, aire contaminado, lugares vacíos de belleza, y fue entonces que comprendió que allí en Carabanchel sus farolillos iban a ser parte de la procesión de la Virgen de la Merced.

De paso por Carabanchel un caminante te mira con extrañamiento, los ritmos cotidianos de la antigua periferia de Madrid. Hoy sábado, que no trabaja, bajó a la plaza a leer el periódico, dejó su móvil en casa y piensa pasar toda la mañana ahí. Vive solo, su familia no es de Madrid, no tiene amigos, su día será una incógnita, no sabe qué hará a partir de las 12 horas, que es cuando se levantará de la banca.


Pasa por la plaza Maestro Guille, a ver si hay suerte y la paraguaya del bar Vistalegre ha echado migas de restos de cocinar nopales que le traen sabores de ultramar. Por lo demás, poco le gusta este espacio, sin gente que se siente al sol, no hay ni bancos, ni uno.


Joaquín se crió en la colonia que hay frente a la plaza de toros, hoy es un espacio raro, con toros gigantes a punto de embestir a bailarinas de zumba. Pero Joaquín no podía evitar recordar lo pequeños que parecían los toros la primera vez que su padre le llevó a ver una corrida en esta misma plaza.

Al final consiguió liar a Rosendo, y le convenció para tomar una cerveza, me ha llevado a un bar en el que nunca me había fijado. Es el bar de la puerta roja que está enfrente de la Quinta y donde me he pegado la mejor fiesta de mi vida. Lo que pasó allí no lo queráis saber."


En este relato colectivo de las calles de Carabanchel, hemos perseguido a personajes dispares en los que había permeado el imaginario colectivo del barrio, hemos compartido impresiones y hallazgos que han cruzado nuestras historias, pero ante todo, hemos descubierto rincones que nos sorprendieron.


De cada deriva nos llevamos algo como conclusión, cada una nos deja un recuerdo, pero en esta ocasión nos quedamos con algo escrito en colectivo, otro cadáver exquisito que finalmente se compuso así: Un viaje hacia la libertad, La palmera entre obras, Las luces sonoras de los farolillos, La mejor fiesta mañanera de mi vida, Juan de paso por Carabanchel, El secreto de Pilar y su hija, Buscando una nueva colonia, De Fregenal de la Sierra a Carabanchel, Memorias de un sábado.

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