Después de unas cuantas semanas en las que Madrid parecía enfrentar un temporal tras otro, el cuerpo nos pedía jugar, y este deseo nos llevó a buscar un cambio de paisaje a través de la quinta deriva del ciclo que realizamos con Condeduque y que se tituló Orientaciones Improbables.
En esta ocasión nuestro movimiento estuvo marcado por un juego clásico de los situacionistas: explorar una ciudad con el mapa de otra, así que esta vez nos lanzamos a caminar Madrid utilizando para orientarnos un mapa dadaísta de Zurich. En este caso, las reglas del juego eran claras, nos encontrábamos en una plazoleta de Zurich y desde ahí nos dirigíamos a encontrar distintos puntos marcado en el mapa. El día es un poco oscuro y hay muchas nubes, parece que en cualquier momento va a empezar a llover, algo que en esta ciudad es bastante frecuente.
En este punto nos contamos cómo hemos llegado hasta aquí, unas lo hacemos sólo por el deseo de juego, otras por la necesidad de compartir un paseo e incluso hay quien viene a ciegas porque ha recibido esta invitación como un regalo sorpresa. También nos preguntamos qué solemos buscar en una ciudad cuando la visitamos por primera vez, para algunas es el centro histórico y los edificios emblemáticos, para otras todo lo contrario, aquellos barrios periféricos que quedan fuera de los circuitos turísticos habituales, para otras los parques, para otras un buen sitio donde desayunar que nos permita emprender con energía la exploración alrededor.
Ahora que nos conocemos un poco comienza el paseo y hay que decidir a dónde ir, así que abrimos el mapa y vemos algunos puntos de interés, pero mientras que un grupo toma la decisión de dirigirse a un gran parque, el otro decide que no quiere que sean los puntos marcados en el mapa lo que nos guíe sino dejarse llevar por el entramado de la ciudad, lo que les lleva a las calles apretadas y desordenadas del barrio junto al río.
En ambos casos nos llaman la atención las viviendas, el paisaje característico del sur de Madrid, todo son pisos con terraza que quedan como pequeños trozos de aire libre dentro del hogar. Avanzamos entre bloques de viviendas y soportales cuyo desnivel se salva con pronunciadas escaleras, pronto nos asomamos a una vista elevada que nos recuerda un mirador. Lo primero que vemos es un entramado de carreteras que se elevan unas sobre otras, y según avanzamos encontramos dos misteriosas montañas de arena dominando el paisaje a lo lejos. Alguien nos cuenta que ahí solía haber un estadio de fútbol y que pronto se convertirá en un conglomerado de hoteles y viviendas de lujo, cambiando el perfil del barrio.
Continuamos el camino y a lo lejos vemos sobresalir una gran masa de árboles sobre un conjunto de edificios ¿habrá un bosque ahí dentro?, nosotras seguimos avanzando en esa dirección y pronto lo descubriremos. Son curiosas las conexiones entre grupos que salen a caminar a la vez por la ciudad porque, más o menos al mismo tiempo, el otro grupo encuentra también unos árboles que asoman sus copas tras una gran tapia que se encuentra en la poética Calle de la Verdad, ¡hemos llegado al parque que buscábamos!
Al acercarnos, por un lado, las copas de los árboles se nos desvelan como cipreses y nos damos cuenta de que estamos frente a un enorme cementerio en mitad de la ciudad, por el otro lado, ¡en la Calle de la Verdad también hemos llegado a un cementerio! Reflexionamos juntxs sobre cómo estos lugares se sitúan habitualmente en las afueras y terminan siendo absorbidos por la ciudad y finalmente nos decidimos a entrar tanto al Cementerio Británico como al Real Sacramental de San Lorenzo y San José. Así que de forma paralela nos lanzamos a explorar estos lugares y nos dejamos llevar por un camino azaroso entre tumbas, algunas de personajes ilustres, otras anónimas en torno a las que imaginamos historias a partir de los símbolos que muestran.
Una vez fuera, volvemos al paisaje de antes en el que los materiales y las formas de construcción nos muestran el perfil de un barrio obrero donde son muy visibles las capas de la historia. Vemos casas de vivienda obrera del S.XIX junto a bloques que parecen levantados hace apenas una década, y que nos muestran la evolución de una estética propia hacia lo aséptico de las construcciones actuales.
Hemos caminado tanto, que sin darnos cuenta hemos llegado a Praga por un lado, y por otro, a lo que parece China en Usera. Esto es extraño, dicen algunas y poco a poco nos damos cuenta de que desde el principio de nuestro encuentro hemos estado caminando por Madrid sin darnos cuenta. ¡Es muy raro, porque conozco este barrio, pero es como si hubiera estado en otra ciudad!, con estas palabras nos despedimos con el deseo de volver a encontrarnos pronto y quién sabe, volver a explorar otra ciudad sin salir de Madrid.
Comments