“El ballet de las aceras de una ciudad nunca se repite a sí mismo en ningún lugar, es decir, no repite la representación como en una gira; incluso en un mismo y único lugar, la representación está llena de improvisaciones.”
Muerte y vida de las grandes ciudades, Jane Jacobs
Desde el momento en el que arrancamos el día comenzamos a enlazar toda una serie de movimientos con los que componemos una danza propia. Una coreografía posible: entrar a la ducha, vestirse, preparar el desayuno, desayunar…. después salimos a la calle, y es entonces cuando nuestros movimientos se despliegan por un nuevo y amplio escenario, entrelazándose con los de muchas otras personas con las que compartimos escena.
Nos desplazamos por la ciudad orientadxs por deseos o necesidades, pero ese movimiento está dirigido a su vez por los propios espacios, ya que en su diseño incorporan las pautas que marcan las diversas danzas que acogen día tras día. De hecho, la ciudad actual ha sido pensada desde el movimiento, entendida como un lugar que debe facilitar los desplazamientos eficientes de un punto a otro, y articulada desde los tiempos que marca el omnipresente reloj, ese metrónomo que sincroniza las coreografías cotidianas que tenemos en común.
Para esta deriva quisimos poner la atención en todas estas cuestiones y por ese motivo decidimos arrancar en un mercado, lugar que acoge muchos de esos movimientos propios del día a día. Elegimos el mercado de Tirso de Molina, en el barrio Puerta del Ángel, lo que supuso entrar en la deriva a través de un ritmo de mañana de sábado marcado por la tranquilidad. En este mercado además, los puestos de siempre y el flujo de las compras diarias se suman a los ritmos del ocio llegados hace algún tiempo a este espacio por su cruce con el modelo de gastromercado.
Aquí utilizamos las salidas del mercado para reconducirnos por el barrio y lanzarnos explorar, y desde este momento podría decirse que cada uno de los grupos, a través del caminar, desarrolló una coreografía propia por y con la ciudad, compuesta cada una de ellas por los elementos que estructuran una danza: movimiento, ritmo, tiempo, espacio, sonido y color.
Movimiento
Los movimientos de ambos grupos estuvieron determinados por las particularidades del terreno, ya que el barrio de Puerta del Ángel está configurado por el desnivel al haber sido construido sobre la colina que se eleva desde el río Manzanares. Por este motivo, en algunas ocasiones bajamos siguiendo la inercia del cuerpo, mientras que en otras subimos atraidxs por elementos que llamaban nuestra atención.
Nos movieron también ciertas cuestiones sensoriales como, por ejemplo, disfrutar del calor del sol de invierno, algo que nos fue dibujando diferentes caminos a cada paso.
Ritmo y Tiempo
Los ritmos y tiempos se fueron combinando entre los que imprimían nuestros pasos, con esa lentitud propia de la deriva, y los que se desplegaban alrededor: el bullicio de coches y peatones del Paseo de Extremadura, el recreo en el caminar de las personas que paseaban por Madrid Río, la quietud de calles donde el tiempo parecía ralentizarse o incluso viajar atrás (el encuentro de un Video-club con pegatinas de vhs y de cassette o una tienda de arreglos hasta de ropa interior nos pareció un buen testimonio de ello).
Pero también se cruzaron otros flujos del paisaje, como los ritmos de la vegetación insertos en el entorno construido, los árboles y plantas que, domesticadas o silvestres, reducidas a la mínima expresión o campando por grandes superficies, fueron apareciendo en nuestro camino. Estuvieron además los que marcaba la arquitectura y el diseño urbano, a través de decoraciones verdes, ocres y rosadas, o marañas de cables, que se volvieron recurrentes en el paisaje urbano, o con la aparición intermitente pero incesante del conjunto arquitectónico de la cornisa, que nos quedaba en la colina de enfrente.
Completamos la partitura con las notas altas y bajas de las construcciones alrededor - una sinfonía de edificios en la que se combinaban las casas pequeñas con sabor a pueblo y los edificios propios de una gran ciudad - y las pausas en el ritmo constructivo - el río, los solares, la Casa de Campo, o un parque que encontramos por sorpresa y que nos trajo un sorprendente paisaje de palmeras con aires de Miami.
Espacio
Paseamos por una zona con un marcado carácter residencial, aunque la presencia de naves industriales nos hablaba de otros usos espaciales y de un poso obrero. Encontramos también la pista de tiempos más lejanos, cuando habían explanadas de campo donde se salpicaban caserones como la Quinta del Sordo de Goya, una historia presente ahora de forma simbólica a través de una serie de murales dedicados al artista.
También nos cruzamos con el monumento de Beatriz Galindo, La Latina, que nos indicaba el origen del nombre de este distrito recordando la que fue una de las grandes intelectuales españolas del siglo XV.
Sonido
Nuestros pasos y conversaciones contaron con el acompañamiento de: coches, motos, claxons, pitido de semáforos, comentarios captados al vuelo, pájaros, hojas y viento.
Color
En una danza quizás el color es lo más difícil de explicar, aunque básicamente podríamos decir que se trata de las sensaciones que hacen que un baile transmita y sea particular. En nuestro caso, sin duda fueron las conversaciones hiladas a lo largo de todo el paseo, las bromas y las risas lo que convirtieron esta deriva en algo especial. También lo hicieron los descubrimientos que nos guardamos como pequeños tesoros: un jilguero en un mural, una placita minúscula de vegetación asilvestrada, un edificio como un barco, una preciosa decoración hecha con pequeños detalles, dos casas que son un antes y un después, un parque que nos lleva de viaje a Miami, “Felicidades Mamá”, y curiosas conexiones espaciales: un grupo salió a la deriva por la calle Doña Berenguela y el otro la cerró justo por ese lugar, acompañadas en ese cierre por la canción infantil que, como nos recordaba Nuria, se dedicaba a esta reina, lo que nos trajo de vuelta ese sabor del juego que siempre está en la esencia de toda deriva.
A lo largo del paseo el tema de los ritmos urbanos fue dando paso a muchas otras conversaciones encadenadas, pero en el camino conseguimos generar un ritmo grupal que nos hizo pasear desde una posición compartida, moviéndonos al tiempo al margen y en sintonía con el ritmo de la ciudad. ¡Fue todo placer compartir esta coreografía urbana con vosotrxs!
Con muchas ganas de que llegue la siguiente deriva nos despedimos deseando lo mejor para este año que entra, ¡hasta la próxima!
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