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Carabanchel, hoja de ruta

Hace un año pusimos en marcha una ruta con la que abríamos una nueva línea de trabajo que llamamos “Recorriendo las periferias”, una serie de recorridos por distintos barrios de la periferia madrileña. Por la riqueza de su historia y de su legado patrimonial Carabanchel fue nuestro punto de partida, un territorio cargado de contrastes, tensiones, diálogos e hibridaciones, configurado por una fuerte segregación espacial en torno a diferentes usos (servicios, dotaciones, zonas verdes, etc.), y fragmentado por numerosas parcelas, muchas de ellas pertenecientes a instituciones, que continúan cerradas al libre tránsito. Estos cortes en el espacio se ven resaltados también por la presencia de distintas huellas que nos hablan de las transformaciones del entorno y muestran cómo las distintas identidades de la zona han estado marcadas por su rol subalterno con respecto al centro urbano.

En esta ruta buscábamos las marcas dejadas por esos cambios espaciales e identitarios para pensar sobre la idea de periferia y sobre cómo las diferentes relaciones con el centro urbano, establecidas en función de los diferentes modelos de ciudad de cada momento, han ido transformando sus usos y definición, tanto a nivel espacial como simbólico. A lo largo del tiempo el afuera del centro urbano estará marcado por los condicionamientos que el crecimiento capitalista impone en el desarrollo de la ciudad, y Carabanchel, con su compleja historia, nos permite observar todas esas capas de transformaciones urbanas a través del paseo por sus calles, aquí os dejamos algunos apuntes.

Entre los siglos XVII y XVIII los Carabancheles eran pueblos cercanos a la corte cuya cercanía al río y su ambiente saludable lo convierten en lugar privilegiado para las quintas de recreo, unas residencias vacacionales que determinan usos de la zona vinculados a las clases sociales más altas, aristocracia y familia real. Entre ellas se conserva la Quinta de Vista Alegre, un espacio que ha sufrido grandes transformaciones con el paso del tiempo determinadas por los sucesivos cambios de propiedad y su progresiva compartimentación. Uno de sus propietarios será el Marqués de Salamanca, empresario que amasa una gran fortuna gracias a su papel como especulador en la construcción del nuevo barrio de Salamanca, y cuya aparición nos habla de un giro en el concepto de ciudad que tiene lugar en el siglo XIX. Porque con el proyecto urbanístico del Ensanche y para la creación de nuevos barrios, Madrid derribaba por fin sus murallas y empezaba a dejar atrás su configuración como ciudad medieval para proyectarse hacia el modelo de ciudad moderna y racional diseñado por Hausmann en París. Comenzaba así para Madrid su procreso de apertura hacia la modernidad y esto impactará fuertemente en los cercanos Carabancheles.

Durante el siglo XIX y principios del XX la zona sigue siendo un asentamiento de gran atractivo para las clases privilegiadas, se trata ahora de las que emergen en esta nueva ciudad moderna, y así, burguesía y profesionales liberales fijarán aquí sus segundas residencias, en lugares como la Colonia de la Prensa. Allí van a convivir con otra clase nacida en ese mismo momento: la clase obrera, que también irá instalándose en colonias profesionales con un carácter muy distinto, como la de Torres Garrido. El asentamiento de esta población obrera estará determinado por la ubicación de las industrias en estas áreas, ya que con la expansión industrial de la ciudad las zonas más alejadas del centro se convierten en los espacios de la actividad fabril. Así Carabanchel, como otros entornos circundantes a Madrid, comienza a configurarse como un lugar al que se van desplazando usos que no se quieren tener en el centro urbano y va acogiendo varios de los cementerios de la ciudad, así como toda una serie de instituciones con carácter benéfico, gestionadas por instituciones religiosas, y destinadas a la reeducación y el internamiento.

Tras esta transformación en zona industrial de población obrera, al término de la Guerra Civil, y con la instauración de la dictadura, los Carabancheles deberán enfrentarse a nuevas reformulaciones. Por un lado llegará a la zona otra infraestructura incómoda y desplazada que tendrá uno de los impactos simbólicos más potentes: la Prisión provincial de Madrid, una institución creada para poder alojar al gran número de presos generado por el régimen que funcionaba al tiempo como símbolo de todo el entramado de represión puesto en marcha por el franquismo.

Por otro lado, también en el marco del franquismo, se produce la anexión de los pueblos limítrofes a Madrid buscando avanzar hacia el ambicioso proyecto del Gran Madrid, la expansión de las dimensiones de la ciudad para hacerla competitiva frente a otras capitales europeas. Con este acto burocrático, que llega a los Carabancheles en 1948, se convierte a pueblos que tenían una historia e identidad propia en territorios dependientes a todos los niveles del centro urbano. Esta anexión corría paralela al inicio de una tendencia que conducía, a través de la acción interconectada del capital económico, las políticas estatales y los movimientos sociales, a la configuración de otra nueva ciudad: la ciudad fordista, caracterizada por una segregación espacial de las actividades de gestión, dirección y control, por un lado, y de las de producción industrial por otro, y por una localización diferenciada de la población por sectores económicos.

De esta manera, cuando el territorio se convierte oficialmente en periferia de Madrid comienza a jugar un papel crucial en la absorción de los excedentes de población que traen las distintas oleadas migratorias a la ciudad, desde la inmigración nacional de los 50 a la internacional de los 90. Con todo, las carencias históricas de infraestructuras del entorno ante tal afluencia de población y la necesidad de luchar por cubrir necesidades van a generar una fuerte identidad de barrio que propicia un carácter contestatario desde los años 70.

Las décadas de los 70 y 80 estarán marcadas por la crisis de la heroína que desactiva muchas de las dinámicas previas. El conocido como cinturón rojo, por la fuerte presencia de la lucha obrera, será uno de los territorios más afectados por la llegada de la heroína, desactivando en gran medida las luchas tradicionales de estos barrios. No hay un reemplazo generacional, pues se puede hablar de toda una generación perdida por el consumo de esta droga, y lxs antiguxs protagonistas ahora centran sus fuerzas en luchar para que sus hijxs no mueran. Son varias las teorías que sostienen que la heroína llegó en un momento muy oportuno a los barrios obreros que podían presentar resistencia ante la instauración de un nuevo modelo de estado en los 70. Otra de las cuestiones que llama la atención es cómo se ha construido un imaginario bien distinto en diferentes barrios de Madrid en torno a esta llegada de la droga. Lo que en Carabanchel fue muerte y delicuencia, en Malasaña se leyó como un acicate para el estallido creativo que supuso la Movida.

Desde entonces este territorio redefinido constantemente en función de todas estas derivas estará atravesado por los movimientos vecinales, fundamentales para la configuración actual de Carabanchel y de su identidad. Históricamente han sido muchas las luchas en sus barrios, reclamando mejoras en una zona de Madrid abandonada por la administración. Y de estos movimientos vecinales destaca su capacidad para actuar no sólo en el plano urbanístico sino también en el plano simbólico, lo que ha dado lugar a que el “orgullo de barrio” sea uno de los fuertes motores del cambio. Algunos grandes ejemplos son la intervención de Carabanchel Alto, el trabajo del colectivo Carabancheleando y su Diccionario de las Periferias o la lucha de la Plataforma Salvemos Carabanchel para resignificar el espacio de la cárcel.

Carabanchel acoge muchas ciudades y acercarnos a su paisaje, observar sus capas, nos permite sumergirnos en las derivas de nuestra ciudad. Como siempre mil gracias a todas las personas que nos acompañásteis en estas exploraciones que sin duda seguiremos poniendo en marcha, ¡os mantendermos informadxs!

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