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Un Paseo Virtual en Sociología Ordinaria

El pasado 11 de mayo participamos en la quinta edición de Sociología Ordinaria, un encuentro en el que queríamos hablar de nuestro proyecto desde la práctica. Por eso, decidimos transformar el formato ponencia en un paseo virtual en el que a través de distintos espacios que tratamos en nuestros recorridos, pudiéramos reflexionar sobre nuestras principales líneas de interés.

Nuestro paseo empieza en el Panteón de Hombres Ilustres, espacio que representa una de las primeras cuestiones que se atienden cuando se desea analizar el paisaje urbano, la idea de espacio público y las representaciones que encontramos en él.

Los monumentos y espacios conmemorativos señalan aquello que merece la pena ver, lo que debe ser destacado, por tanto son una de las herramientas fundamentales de difusión del discurso oficial de la ciudad. Analizando estos elementos, vemos claramente qué narraciones y figuras se privilegian frente a aquellas otras que quedan desplazadas.

En el hall de entrada del Panteón encontramos un gran mosaico con las palabras: lealtad, honor y heroísmo, y al entrar vemos que el edificio está dedicado a albergar los monumentos funerarios de una serie de políticos liberales a los que se quiere ensalzar. Por supuesto, como indica el propio nombre del monumento, todos los homenajeados son hombres, aunque también hay varias mujeres en el Panteón: musas, plañideras, alegorías,.... Es decir, son añadidos simbólicos que hablan de las virtudes del homenajeado y a su vez sirven como elemento decorativo pues habitualmente aparecen desnudas.

La lectura androcéntrica de los valores a destacar en la esfera pública ha propiciado que sean determinadas élites las que son reseñadas una y otra vez, fundamentalmente la monarquía, el ejército y la iglesia. El patriarcado ha construído una narración del pasado caracterizada por el ensalzamiento de valores que este sistema considera ligados a lo masculino. Así la historia es una consecución de logros bélicos, políticos, económicos, etc. todos ellos espacios donde se ha privilegiado la actuación masculina, mientras que todas aquellas cuestiones ligadas con lo femenino, los cuidados, los afectos, el tejido desde lo colectivo, han sido infravaloradas socialmente e invisibilizadas de forma sistemática.

Todo lo que no responde a este canon se expulsa del discurso oficial de la ciudad lo que termina provocando su desaparición. Y una de esas historias expulsadas es la de la clase obrera, base de la identidad colectiva de la ciudad de Madrid.

También en Pacífico, en la Calle Caridad, encontramos lo poco que se conserva de las primeras viviendas que se edificaron en la zona gracias a la Constructora Benéfica, institución dedicada a la promoción de vivienda obrera que trataba de atajar el problema de hacinamiento que sufría Madrid.

A pesar de ser el origen del barrio y de haber sido promovido por una institución liderada por Concepción Arenal, no encontramos nada en el espacio público que señalice estas casas como espacio con valor histórico, de hecho la sensación es de abandono total.

Aunque para borrar memorias que previamente han sido desempoderadas no es imprescindible borrar sus huellas, como demuestra la Fábrica de tabacos de Embajadores.

En este caso contamos con un edificio de un tamaño imponente, pero que poco a poco empieza a cargarse de nuevos significados provocando que algunas claves de su historia desaparezcan del imaginario colectivo. Por otra parte, a pesar de que el edificio sigue en pie las plantas superiores están claramente abandonadas, su valor patrimonial no se contempla, lo que supone que no se pongan medios para preservarlo.

Llegó a ser la fábrica con mayor plantilla de la ciudad, sin embargo hay una particularidad que creemos puede haber ayudado a la desaparición de su memoria, y es que se trataba de una plantilla casi totalmente femenina, ser obreras y mujeres las expulsa doblemente del canon histórico, a pesar de que la huella de esta plantilla femenina está por todo el barrio.

Las necesidades que estas trabajadoras tenían debido a los roles que se les atribuían por su género determinaron parte de la fisonomía del barrio: por ejemplo, dentro del espacio de la fábrica tenemos el Colegio San Alfonso, que fue la Escuela de Instrucción Pública de la Fábrica de Tabacos, enfrente, dentro del Casino de la Reina se encontraba el Asilo de las cigarreras, guardería a la que luego se suma la función de asilo para cigarreras ancianas.

Que los barrios se construyan a la medida de sus habitantes nos parece una obviedad, pero en la ciudad contemporánea esto no siempre es así.

Un caso paradigmático es el del barrio de Adelfas, en origen un barrio de casas bajas en el que sus vecinos afirmaban que vivían como en un pueblo, pero a mediados de los 80 se convierte en uno de los grandes abandonados de las políticas municipales, lo que propicia una alta conflictividad y un deterioro insostenible. Se decide derribar gran parte del barrio para construir nuevas viviendas, la mayoría de ellas siguiendo el modelo de gated community, un tipo de construcción perfecto para dinamitar las dinámicas sociales previas de un barrio con larga tradición de movimientos vecinales.

Sin embargo, ante el nuevo paisaje se despliegan una serie de estrategias de resistencia que reivindican espacios de encuentro para estos movimientos, como el espacio en La Corrala para el C.S. Seco o un espacio para el Huerto urbano de Adelfas.

Que el barrio se haya visto sometido a este proceso tan agresivo se debe a múltiples factores, pero sin duda uno de los determinantes ha sido su particular situación entre dos potentes fronteras: el puente de Pacífico y el Puente de Vallecas, que separan unos barrios de otros generando segregación espacial y desigualdad en diversos aspectos socio-económicos

Estas infraestructuras son pensadas como grandes nodos de comunicación para el conjunto de la ciudad. Esto responde a una forma de pensar la ciudad desde un urbanismo normalizador, vinculado a lo económico y lo político. Un espacio objetivo y racional, que privilegia las relaciones económicas sobre las afectivas, lo que se traduce en más grandes carreteras y menos espacios de encuentro y para peatones.

Evidentemente el paisaje que presentaba Adelfas resultaba incómodo, y lo incómodo se tiende a eliminar del espacio público. En este sentido el caso más paradigmático al que nos hemos enfrentado es al derribo de la Cárcel de Carabanchel.

Tras una gran lucha por parte de los movimientos vecinales, en 1998 la cárcel cierra sus puertas. Los vecinos llevaban tiempo reclamando este espacio para ser utilizado como hospital, pero la intención del Ministerio del Interior y del Ayuntamiento era especular construyendo viviendas. La oposición por parte de los movimientos vecinales fue tremenda, y aunque los planes de la administración no se ejecutaron, apareció otro problema que fue el abandono y deterioro del edificio.

Durante la lucha, el espacio se fue resignificando y se convirtió en un espacio de identidad barrial, al que se quería añadir la memoria de las víctimas del sistema penitenciario franquista. La idea de mantener la cúpula de la cárcel como elemento simbólico que alojase este espacio de la memoria cobra cada vez más fuerza hasta que una madrugada de 2008 se derriba el edificio sin previo aviso, utilizando técnicas especiales de triturado de escombros que permiten borrar toda huella del edificio.

Hoy por hoy, el descampado sigue en el barrio como una herida abierta con la que no sabemos qué sucederá.

Es cierto que en los últimos años parece que empieza a haber tímidos pasos hacia una conciliación con nuestro pasado reciente. Nosotras mismas hemos participado en las actividades relacionadas con el nombramiento de la Plaza Arturo Barea.

Uno de los mejores escritores de nuestro exilio cuya posición política ha hecho que haya permanecido totalmente ausente del espacio público de la ciudad a la que amaba y en la que pasó la mayor parte de su vida.

Creemos que este homenaje, poniendo su nombre a una plaza junto a la ruina más impresionante que tiene Madrid de la Guerra Civil, es un gesto importante. Pues los nombres de nuestras calles y plazas también construyen la memoria de nuestras ciudades.

Como veis nosotras creemos firmemente que los cambios que se pueden realizar en el plano de lo simbólico pueden determinar cambios en cómo vivimos nuestras ciudades, cómo las entendemos, cómo las habitamos,.... Y sin duda transformar los relatos que apelan a nuestra identidad colectiva.

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