El pasado martes 14 de febrero participamos en el congreso de Estética y Emancipación que la Asociación de alumnos La Caverna ha organizado estos días en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense. Estuvimos impartiendo un taller teórico-práctico en el que hablamos de prácticas artísticas que han hecho del caminar la base de su producción y de su propuesta transformadora.
Tras una breve introducción de algunas ideas de base pasamos a la fase de taller, en la que se propuso hacer distintas derivas por grupos con ciertas pautas que marcaban su orientación espacial.
El primer grupo experimentó con la deriva siguiendo uno de los juegos inventados por los situacionistas para romper con las lecturas convencionales del espacio: moverse por una ciudad siguiendo un mapa de otra. En esta ocasión un mapa de Oporto orientaba el paseo, planteado por el grupo como una búsqueda del estadio de esa ciudad en el campus de la Complutense.
Les guiaron distintos aspectos, como ciertas dinámicas grupales que observaron y que podían ser asociadas con un lugar de estas características, u otras indicaciones habitualmente utilizadas como referentes de orientación espacial, como carteles o placas.
También el mapa sirvió como medio de interacción con otras personas en la facultad, generando situaciones surrealistas que pusieron en evidencia cómo lo lúdico queda excluido de nuestros entornos cotidianos. A pesar de todo, finalmente nuestro grupo “encontró” el estadio, llegando a las inmediaciones de uno de las muchas instalaciones del campus vallada y con acceso restringido.
En la línea de los Flux-tours, que los integrantes del grupo Fluxus desarrollaron en los años 70 en Nueva York tomando estructuras de la ciudad mínimas y banales, otro de los grupos paseó siguiendo los bordillos de la zona.
A partir de aquí realizaron una documentación de las áreas que este pequeño elemento del paisaje urbano delimita para organizar los espacios de forma ordenada.
Se habló de cómo esa racionalización geometrizada diferencia entornos - los verdes de los pavimentados - y tránsitos - los humanos de los del tráfico rodado - y cómo a su vez puede ofrecer impedimentos en el movimiento para personas con una movilidad reducida.
La idea de la definición de zonas y organización de usos espaciales salió también en el debate con el grupo cuya exploración siguió texturas por el espacio, en una experimentación que ponía la percepción sensorial en primer plano. Porque una de las primeras cuestiones que atrajo su atención fue el contraste entre las texturas pulidas y limpias del interior de la facultad, frente a las rugosas y asilvestradas del exterior. Y se puso en relación esta diferenciación de espacios a través de algo tan sensible y poco atendido como la textura, con el establecimiento de pautas de comportamiento. Mientras que lo pulido nos llama a un uso ordenado del espacio, lo asilvestrado se ofrece a uno más libre y distendido.
El grupo no sólo buscó texturas táctiles, algunas olorosas o sonoras también fueron recogidas, así como otro tipo de texturas que podían ser leídas como testimonio de acciones sucedidas en determinados espacios que dejaron una impronta en el lugar.
El cuarto grupo caminó en función de dos ideas: agradable / desagradable, lo cual generó en primer momento un debate para definir cómo entendían esto cada uno de ellos. Una de las primeras cuestiones que centró su conversación fue el paseo mismo, planteándose si los ritmos del caminar pueden convertir la experiencia en agradable o desagradable. La dificultad de delimitar estas percepciones subjetivas les llevó a documentar ciertos espacios que podían ser disfrutados y en los que no había personas pero sí huellas de su presencia.
También recogieron otros lugares en los que podían encontrar los dos polos de la propuesta: basura en un paisaje verde u orificios arquitectónicos que buscaban dar más luz al interior de un edificio, pero que generaban en el exterior zonas oscuras e intransitables.
Con todo, este fue el grupo que produjo menos imágenes de su deriva, porque decidieron que lo principal para hacer agradable su experiencia pasaba por disfrutar el proceso y no por la producción de testimonios, señalando así una de las cuestiones centrales que basa experimentos procesuales como los de los situacionistas.
Cerraron la puesta en común el grupo que recorrió el espacio como turistas y que nos ofreció un giro muy distinto en la aproximación al entorno. En este caso el paseo se planteó como una caza de puntos emblemáticos, también se recogieron imágenes de cosas o acciones entendidas como típicas.
No faltaron las fotos de monumentos y entre ellos uno curioso: una antigua fuente de la facultad recientemente señalada con una placa y protegida por una vitrina. A través del uso de estos marcadores clásicos del ámbito turístico, la fuente, antes ignorada, se convertía de repente en uno de los puntos a visitar y en los que fotografiarse.
Fueron muchos los “selfies” del propio grupo, que recogieron la importancia para el turista de representarse en un entorno, de reconocer lugares en lugar de conocer, o de representar en ocasiones ciertos rituales de poses fijadas por los espacios, como esa famosa pose de “sostener” la torre de Pisa.
Se destacó con esto la importancia de las autorrepresentaciones destinadas a su exhibición en la redes sociales, y las manipulaciones a las que se someten a través de filtros con los que se busca presentarse a los demás a través de una realidad mejorada.
Con esto cerramos una jornada cargada de ideas que pusieron de relieve el potencial del caminar para producir otras miradas, aproximaciones y vivencias de los espacios que habitamos, así como para abrir terrenos de posibilidad.
Impresionantes derivas, paseantes de lujo, y una experiencia que sin duda repetiremos muy pronto.
(Todas las fotografías que ilustran este post han sido realizadas por lxs participantes del taller)